Guenla Jampa comenzó las enseñanzas sobre Lamrim explicando sus cualidades y características preeminentes. Si bien, dejó claro que para poder tener experiencia propia de sus beneficios debemos parar las distracciones.

Citando al venerable Gueshela dijo: «Las distracciones no son inofensivas». Son nuestro peor enemigo.

Y nos ofreció un maravilloso remedio, recogido de una enseñanza transmitida por Gueshela en el Festival de 1997; guenla Jampa nos dijo: «Observa tu mente y reconoce su claridad. Con esto, tus distracciones cesarán de manera natural, porque son parte de la mente».

Guenla Jampa explicó además cómo la meditación sobre la naturaleza de la mente nos ayudará a reconocer que el continuo de la mente es algo distinto del cuerpo, y esto nos ayudará a comprender las vidas futuras.

Por medio de esta comprensión, llegaremos a la visión budista básica: «la felicidad y la libertad de nuestras innumerables vidas futuras son más importantes que la felicidad y la libertad de esta vida actual, que es solo una». Y, por lo tanto, hemos de «usar nuestra preciosa vida humana para prepararnos para la felicidad y la libertad de nuestras innumerables vidas futuras’.

Durante el descanso, las conversaciones bullen con el poder de la enseñanza. Pero se interrumpen por un momento cuando, de improviso en la carpa-comedor, aparece una cabalgata de niños con tambores y bailando en un gran desfile por la «Paz Mundial». Todos los comensales se unen al son coreando en voz alta: «¡Paz Mundial!»

En su segunda intervención, guenla Jampa profundizó sobre la visión e intención básica budista, con una extensa enseñanza sobre la renuncia. Mientras nos transmitía la analogía que el venerable Gueshela nos dio de que el samsara es como un océano de sufrimiento, un gran y repentino aguacero cayó sobre el Templo, haciendo que la analogía fuese aún más vívida.

Cuando salimos de la enseñanza, ya la lluvia se había detenido y las sonrisas brillaban… Después de todo ¡la única forma de transformar verdaderamente el sufrimiento es el Dharma!